Para muchos no significan nada. Para otros solo son objetos obsoletos que han quedado olvidados en alguna vieja caja de mudanza. Otros los tiran directamente, nunca pensarían en mantener un cassette que obviamente ya no usan, de música que ya no escuchan.
Eso hace la gente normal.
Pero nosotros no somos normales. Muchos de nosotros los perdimos, porque somos una hermandad y en aquel momento el que tenía un cassette lo prestaba a otro hermano, ese lo copiaba y lo pasaba, así compartíamos el tesoro y en una de esas "prestadas", tristemente el tesoro no volvía o se perdía en el camino de vuelta.
Otros los cuidábamos como si valiera una fortuna, como si supiéramos que en el futuro ese pedazo de cinta dentro de un plástico tomaría tanta dimensión.
A todos nos pasó. Algunas veces simplemente lo regalamos. No porque le demos poca importancia, sino como muestra de un inmenso cariño por alguien. Como decir: "mira lo importante que sos para mi, que te regalo una de las cosas más importantes de mi vida". Y ese regalo envolvía la bohemia de quien se sienta con amigos solo a escuchar y leer sus letras mientras se comparte una cerveza y se charla sobre lo que intentaba mostrarnos Solari en sus letras. Ese regalo incluía amor, un amor irrompible, incansable, ese amor que te hace dejar todo, el que no tiene límites. Ese regalo contenía ilusión, la ilusión de llegar a la disquería por enésima vez para preguntarle al dueño si ya estaba el nuevo disco/cassette/compact de Patricio Rey. Esa ilusión que en el interior era más desesperante porque tardaba más en llegar y cuando en algunos programas de radio ya empezaban a tirar temas, en tu ciudad el disco no llegaba y pasabas cada semana por la disquería a preguntar si ya estaba, hasta que en algunas de esas ocasiones el dueño de la disquería con una sonrisa cómplice te veía entrar y te regalaba un "si, ya está el cassette".
Eso es para nosotros esto. Por eso muchos de nosotros todavía guardamos los discos, cassettes y compactos de la primera época con especial cuidado, solo los sacamos para mostrarlos o leer las letras, lo manejamos como si fuera la constitución original y lo guardamos como si fuera nuestra única riqueza.
Parece tonto, muchos creerán que es una estupidez, que se yo.
Si, muchos normales pensaran eso, pero claro. Nosotros no somos normales, somos ricoteros.