A Robledo se lo ve pensativo, tal vez algo
confundido. Está rememorando una conocida canción de Solari (su artista por
excelencia) y se enfoca en las primeras palabras del tema “Mi vida aquí no daba más me fui en un trip to
Gringolandia” y Robledo piensa en él, en su historia y en la de cuántos más que
la tuvieron jodida, así como el, o capaz peor.
Vuelve 15 años atrás y se acuerda, no
dejaba de ser un pibe lleno de ilusiones que abandonaba la facultad para
empezar a ganar sus primeros mangos. Pero también se acuerda de su vieja unos
meses después. Destrozada diciéndole que
sí, que aunque no quiera se tiene que ir. Que ellos ya se iban a acomodar pero
que no se podía quedar.
Y se acuerda de él negándoselo con la
cabeza y a ella agarrándole el mentón, mirándolo a los ojos y pronunciándole
las palabras más tristes que un pibe de 24 años podía escuchar: ¿Acá qué podes
esperar? Si el país se cae a pedazos. Y
Robledo lloraba y la abrazaba y seguía llorando, porque aunque sabía que se
tenía que ir a la mierda no podía dejar de pensar en que este era su lugar.
Va hasta el bar y se pide un café, aunque
lleva hora y media esperando, a Robledo también se lo ve contento, piensa y le
agarra nostalgia, se acuerda de Estela la piba rubia con la que tuvo su primer
encuentro amoroso en una pizzería de Palermo, esa noche su viejo le había
prestado el golcito para que la pasara a buscar. Robledo Sonríe mientras
endulza el café.
También se acuerda de su bandita de amigos,
de las tardes de domingo que iban a la cancha o de lo cantidad de recitales de
los Redondos que tuvo la oportunidad de vivir. Está plagado de recuerdos,
parece que los 15 años que vivió en Alemania no fueron capaces de borrar su
identidad, de quien es y de donde viene.
Y eso que pasó cosas allá, por que
consiguió un lindo laburo en una empresa, aprendió a hablar el idioma y hasta
tuvo la oportuna suerte de conocer una piba española, con la que estuvo de
novio un tiempo pero que después por cosas de la vida no funciono.
Pero Robledo hoy evita esos recuerdos y se sumerge en pensamientos más lejanos o
tal vez hasta más cálidos, como los asados de Miércoles en épocas de facultad
que eran un privilegio enorme para estudiantes argentinos de 2001, sin contar
que sus dos días anteriores su única dieta alimenticia era papa hervida con un
poco de sal, claro, para poder llegar económicamente al kilito de costillas.
Robledo hace la segunda sonrisa mientras pide la cuenta al mozo alto y flaco
que está al otro lado del barcito.
Sigue pensando en esa canción, parece como
si el propio artista haya abocado a la memoria de Robledo para escribirla. Se
acuerda de su viejo, de las veces que lo llevo a pescar al Rio de la Plata, y
Robledo lo único que hacía era enganchar la línea y tironear hasta cortar todo
lo que su viejo le había armado, y así una y mil veces, y una y mil veces su
padre le armaba de nuevo toda la tramoya de hilo. Robledo esboza la tercera
sonrisa del día.
Y vuelve a caer en la canción en la que no
puede dejar de pensar, y evoca la última frase con la que Solari cierra su
obra: “Leen el evangelio según Hitler, a la hora de almorzar, y yo allí,
pensando en vos siempre, siempre extrañándote”. Y Robledo por enésima vez
piensa en su país y quiere convencerse en que no tiene por qué extrañarlo, que
ese lugar es el que le dio la espalda cuando más se dedicaba a soñar, el que de
un día para el otro simplemente se esfumó y se llevó con él todas sus
ilusiones. Y también recuerda a Estela, su único amor, a la que quiere odiar
por decir que no a su propuesta de escaparse juntos. O tal vez si, Robledo le
hace caso a Solari, y lo que más desea es volver al viejo sitio donde amo la
vida. Robledo se toma el mentón, su cabeza no se detiene. Hasta que de una voz
saturada por un parlante se oye la más bonita frase que podría haber escuchado
jamás "Salida del vuelo Oceanic Airlines 815 con destino a Buenos Aires,
señores pasajeros embarquen por la puerta A 42". Robledo se para, toma su
valija y despliega su cuarta sonrisa.
“La memoria es el único paraíso del que no nos pueden expulsar".
Carlos Alberto “Indio Solari”, Gualeguaychu Abril 2014.
Texto de Pablo Garello.