BIENVENIDOS AL GHETTO

Ya no estás solo, estamos todos en este día y cada día. No venimos a enseñarte, solo a darte un lugar para que compartas este sentimiento. No somos nada mas que un grupo de amigos que disfrutan de una pasión sin límites y quieren contarla. Por suerte nunca ningún miembro de los Redondos ha confirmado alguno de los mitos que se generaron a su alrededor, lo que hace imposible afirmar lo escrito aquí. Disfruten del viaje, termina cuando ustedes quieran.


martes, 10 de abril de 2018

Aún sin tu amor.



Se arrimó despacio como pidiendo permiso sin hablar y me abrazo por la espalda. Hacía un día que no hablábamos. Hacía más tiempo que nos evitábamos. Pero a veces todo sana con un simple abrazo y un silencio. Tristemente segundos después me desperté. No estaba ni ella, ni sus cosas y casi nada de su recuerdo. Mientras me lavaba la cara pensaba tratando de convencerme “para que si vivíamos peleando?”. La casa estaba dada vuelta, las botellas tiradas por todos lados. Y otra que no era ella estaba tirada en mi cama. Ni se su nombre, tampoco me importó. Así como me desperté, ella hizo lo mismo, se lavó la cara, un beso frío de despedida, miradas cruzadas con vergüenza, tibia vergüenza, de esas que salen al principio y con cada segundo que va pasando se va apagando. Solo fue una noche. La complicidad de miradas fue calmando el “que habremos hecho”. Apenas cruzó la puerta comencé a sentir la soledad.
De reojo mire el almanaque, la verdad ni sabía que día era, solo estaba seguro de que todavía no se había consumido enero y con eso me conformaba. Como si fuera una casa desconocida, revolví un poco la alacena para tratar de encontrar un café que nunca encontré. Todo estaba tan alejado de mi, como mis ganas de sentirme bien. Apenas fueron dos años juntos, no se porque cuesta tanto a veces. Hubo más largas, más apasionadas, más desilusionantes relaciones. Quizás lo que duele es pensar que tuvimos culpas mutuas, que hubiésemos podido, donde hubiésemos llegado. Todo se tapa con esa clásica mentira “estoy mejor solo”.
Eso de no encontrar el café me empujo a caminar y rebuscar un bar en la zona. Lo de caminar con un poco de resacas de amores y de alcohol, me llevo a pasar de una caminata buscando una mesa a sentarme en el primer asiento vacío del subte. Ni me fije línea, ni destino, ni horarios. Como si fuera un zombie, caminas y caminas, y si cruzaba un colectivo sería lo mismo, igual un tren. Igual un abismo.
Al rato largo de andar y andar, comenzaron a caer los mensajes. “Qué hacemos hoy”. “Zarpada la noche que pasamos”. “Tenemos que repetir lo de anoche”. Y yo mientras caminaba, no terminaba de definir si regresaba a casa y limpiaba, abandonaba la ciudad o volvía y prendía fuego todo el edificio. No estoy loco, no soy un asesino, solo estoy perdido sin mi estupidez.
Después de mucho andar, comencé a recobrar la conciencia y eso me empujó instantáneamente a ponerme los auriculares. Volví casi sin querer a mi posición de "como soporta la gente este mundo sin auriculares? Mientras buscaba que escuchar, las manos me temblaban, el alcohol me seguía retumbando en el cuerpo. Leía las listas y entre tantas cosas me convencí a mi mismo que la que se llama Redondos+Indio me iba a empujar, me iba a despertar, me sacaría de la depresión y me elevaría las ganas de volver a salir de joda. Eso es! Música al palo, buen rock del país, agitar un poco el cuerpo para quitar el polvo del alma.
Primer tema que suena “La hija del fletero”. Podría haber sido “JiJiJi”, “Nuestro amo juega al esclavo” o “Yo caníbal”. Pero no, el Indio tenía que decirme al oído que esa linda e infinita (frase que tantas veces usamos para ganar), se fue lejos a otros lares donde "parece" ser feliz. Creo que el parece siempre fue un tratar de convencerse de que todavía me extraña. No es de masoquista, pero así como duele sentís inmediatamente la necesidad de poner “repeat” y escuchar como se rompe tu corazón un millón de veces junto al sonar de la canción.
El “me reclamaba” pasó a ser “nos reclamamos”. Nos mandamos al descenso, no podemos recordar sin rencor, hicimos de todo y finalmente, cuando miro para atrás es imposible olvidarme del último momento, “no me gusto como nos despedimos”, seguramente ambos, por lo menos de mi lado seguro, teníamos ganas de tirar todo para atrás o de simplemente tener un último beso, o más seguro un beso que de vuelta todo, que borre los malos momentos que nos empujaban al adiós y que nos vuelva a unir. Pero no, esa última chance, esa últimas vez que vi sus labios no me la puedo olvidar. Daban rocío y por caprichoso, por orgulloso o por estúpido, no bebí.
Ya no hay cartas suyas, ya no hay mensajes y los últimos que cruzamos mejor borrarlos. Sí, hoy solo como sopa de almejas, de amores nada. Sí, hoy las noches son más largas que los amaneceres, los vicios ocupan más lugar que los abrazos y las mañanas son más duras que el levantarse. Pero hay que seguir.
Ya son las cinco de la tarde, el celular va drenando la batería o sólo busco una excusa para volver. Es hora de empezar a contestar los mensajes, de acomodar un poco la casa, el cuerpo y volver a la calle. Es hora de empezar.
Entre los mensajes se me dio por contestar uno. Justo el que menos me interesaba hace unas horas. Ese de hace una semana y que era tan simple como interesado/interesante sólo porque sabía que era totalmente sincero, y decía “como estás?”. Era mi amiga, esa que mil veces me había dicho “tenes que frenar, olvidarla y seguir”. Para contestar estuve cinco eternos minutos cambiando la frase, bien, mal, ni idea, hablemos, te extraño, que haces. Tantas vueltas y finalmente le escribí “hola”. Nada le dio más calma a mi mente que ver inmediatamente el “escribiendo” arriba del chat. “Cómo estás?” me respondió de nuevo. Pensé un rato y se me vino a la cabeza el primer día en que nos conocimos. En el 2008, cuando viajamos a San Luis a ver al Indio nos tocó el mismo colectivo, como los dos viajamos solos nos sentamos juntos y a pesar de nuestra timidez característica, comenzamos a hablar. De ahí en más no nos separamos hasta estos últimos días.
“No se ni como me siento, pero como dice el Indio, el mundo sigue girando, aún sin su amor”.
“Prepara el mate, en un rato estoy por tu casa” me contestó y en ese momento me di cuenta que mientras leía el mensaje, volvía a sonreir…