Hay varias versiones de lo que
en realidad se enfocaría en una misma razón: La pequeña muerte o “La petite
mort” ya que la frase tiene origen en Francia, está dibujando un momento de
desvanecimiento, en el caso fundamental del sexo, indicaría el momento post-orgásmico
de pérdida del estado de conciencia por haber llegado al momento culmine de éxtasis
sexual. Mas culturalmente en Francia también se denomina de esta forma a las
pequeñas despedidas, como escribió Galeano: “No nos da risa el amor cuando
llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo,
en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea
jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría
que duele. Pequeña muerte llaman en Francia al abrazo, que rompiéndonos nos
junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte,
la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace”
En el caso que nos une, Carlos
Solari va detallando una despedida en su letra, una despedida que como
históricamente sabemos, “son esos dolores dulces”. En este caso, el dolor
comienza a desaparecer, un dolor muy profundo, una pena casi insoportable. El
relato es de ambas personas, una que se fue o está yendo y otra que lo ve
partir.
A pesar de ser un rock con una
potencia oscura, el protagonista va proclamando como su dolor se apaga por esta
llegada al final del viaje, (se va, se apaga tu dolor ya no te protege ahora) por esta aparente solución que no es tal, solo es
una forma de calmar psíquicamente al paciente y a pesar de ir quemando cada
pequeña parte de su dolor con esa luz exterior que ingresa en su cuerpo y va
iluminando, su final llega sin poder impedirlo (al final, tu herida sanó me siento indefenso..) Esa luz exterior no es obviamente
algo místico o religioso, recordemos que Solari es ateo. Su luz viene a curar o
a calmar el dolor y termina llevándolo a descansar en un “lugar que me aburra más
para aliviarme sin sanar”, para hacerlo más simple, la luz no puede detener su
muerte, pero si calmar el dolor, en la tumba ya no va a sufrir, no hay “más
allá” ni cielo que lo consuele. Básicamente su tormenta de dolor interior terminó con este "remedio" (mi tempestad privada amainó con cada pequeña muerte).
Una despedida clara es decirle
a un enfermo terminal, por decir alguien con tratamiento oncológico, “al final,
tu herida sanó, me siento indefenso”. Al final, todo terminó, partiste y tu
dolor se calma, pero me quedo solo y al verte partir, me siento indefenso.
Cada uno de los dolores que
sufre un paciente de este tipo son como tempestades internas que afectan a
diferentes órganos y llenan su más profundo ser de un dolor casi insoportable,
que solo es calmado con los tratamientos que a pesar de no ser 100% efectivos, se aplican para contrarrestar el
ataque de la maldita enfermedad. “Mi tempestad privada amainó…”
Los susurros del paciente decaído
los recibe su pareja, su amor más sincero, que como siempre es el único que está
firme acompañándonos hasta en las peores situaciones, hasta en esos momentos de
internación cuando sabemos o podemos presentir que la muerte está cerca. Allí, quizás
aturdido por los tratamientos o cansado de permanecer en ese estado, solo pide
por favor ser desatado, que lo dejen ir, partir, que lo dejen morir que lo desconecten (Voy a
irme lejos de vos cuando me desates, nena), voy a morir, cuando me desconecten,
cuando mi caído cuerpo que no puede resistir con vida si no está asistido farmacológicamente
sea desconectado, ahí finalmente me iré de tu lado. Es una forma de estar
atado, de sentirse atado a un sistema de asistencia que no es elegido por el
paciente. Las personas que llegan a este estado terminal, a veces eligen partir de este mundo antes de seguir siendo “una molestia” para sus seres más
cercanos.
Un paciente terminal, por una
enfermedad digamos como el cáncer, por nombrar la más dura de este tiempo, es
sometido a un tratamiento durísimo, que más allá de calmar el dolor con cada célula
maligna que va quemando dicho tratamiento (algo en tu interior murió, la bendita luz, la que se filtró una vez y me iluminó), no asegura una recuperación total,
no nos asegura sanar. Solo podemos llegar a sanar totalmente, en el momento de
la despedida final, el último adiós, la muerte.
Texto: Ricoteros de Alma.