No se si fueron la cantidad de temas redondos, la potencia de la banda o el frío lo que nos empujó esa noche a hacer tanto pogo. Una vuelta ideal, casi dos años después de la última misa, con toda la manija que uno puede acumular en ese tiempo. Con una mezcla justa entre los más viejos y la nueva camada. Con un paisaje ideal que nos rodeaba, tanto natural como los mismos mendocinos. Y a esto el frío intenso, agua nieve, viento. Todo eso nos deja definir que esta fue una de las misas más importantes del Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.
Los acampes improvisados, las fogatas, los que no perdían la oportunidad de calentar el cuerpo bailando al ritmo de algún rockito espontáneo entre las tolderías que refugiaban del frío. Nada podías desear más en esa previa que escuchar "Ji Ji Ji" y desatarte en gritos y saltos que suban un poco la temperatura.
Y así estábamos, pasando de mano en mano esa media botella con fernet y hielo, porque ninguna contingencia climática nos va a cortar la sed. Los carbones para el asado, parecían un abastecimiento al corazón ricotero, que se acurrucaba de a ratos alrededor para sentir esas brasas arder.
Todo era casi perfecto.
Y se transformó en perfecto con el inicio del show. Los gritos, la danza india, la gente saltando con una sincronización perfecta hasta que se encendió un reflector, el Indio nos abrazó desde el escenario y el ruido a electricidad nos dio paso a la emoción: "Luzbelito sabe que..."
Siguió con "Templo del Momo", así que la intensidad se mantuvo. Siguieron nuevos clásicos Fundamentalistas mezclados a la perfección con algunas joyas redondas. La noche tuvo su primer quiebre con "Capitán Buscapina". Fue una serie sin descanso al corazón mucho menos al cuerpo: "Gualicho", "Yo Caníbal", "Blues de la libertad" y... Sí, una joyita que extrañábamos: "La murga de la virgencita".
Un corto relajamiento donde el Indio dijo palabras que nunca más olvidaremos, más viendo lo que pasó después en el país: "Están volviendo los compatriotas de esos exilios a los que fueron a buscarse un futuro mejor, porque el futuro quizás ya no está allá, el futuro está acá". Y desatamos una lluvia de lágrimas que se confundían con el agua nieve que nos seguía congelando los rostros.
De ahí en más llegó el más perfecto cierre de misa que jamás nos dio: "Un Ángel" con el cariño que eso significa. Enganchado de "Atila" y "Divina TV Führer", "Todos a los botes", "Mariposa..." y "El pibe de los astilleros, o sea, no paramos de saltar al palo por casi media hora.
Llegó nuestra canción himno, ya sin bengalas para que sea la emoción que nos invadía lo que ilumine el autódromo. "Juguetes perdidos" para seguir soplando brasas. Y el que en ese momento se había transformado en un cierre clásico: "Flight" y "Ji Ji Ji".
Desde el amigo que llegó sobre la hora del país del norte, la banda Paraguaya que viajo incansablemente por días, Los yoruguas, el sur, el norte, el litoral, todo un país literalmente cubierto por los ricoteros presentes esa noche. Todos con una historia bajo el brazo, los que llegaron con ella y los que se llevaron una. Los que necesitaban cerrar una herida y los que vinieron a resucitar de la mierda de esta sociedad. A dedo, en avión, a las corridas, de vacaciones. Con asado, con paty, sin nada.
Una noche perfecta. A pesar de todo. Mendoza 2013.