BIENVENIDOS AL GHETTO

Ya no estás solo, estamos todos en este día y cada día. No venimos a enseñarte, solo a darte un lugar para que compartas este sentimiento. No somos nada mas que un grupo de amigos que disfrutan de una pasión sin límites y quieren contarla. Por suerte nunca ningún miembro de los Redondos ha confirmado alguno de los mitos que se generaron a su alrededor, lo que hace imposible afirmar lo escrito aquí. Disfruten del viaje, termina cuando ustedes quieran.


lunes, 9 de diciembre de 2013

Vuelve a trinar en tu voz.

Y las bestias comenzaron a devorarse entre si. Ya sus necesidades dejaron de ser básicas. Necesitaban atención, miradas que por mas vacío que demuestren, estén tele dirigidas a sus obras precoces. Esos cuervos devoraban sin piedad los alimentos que demasiado satisfechos los dejaban, pero eso no era lo importante.
Sus almas se llenaban de tales miserias. Carroña, podredumbre. Restos de lo que sea, sentados al banquete decidían atacar hasta dejar solo los huesos.
Las uñas dejaban ver su arma mas poderosa: un puñado de información sin cociente que robaban con alta velocidad y buena memoria (pertenecientes al dios de la sabiduría entre comillas, por supuesto). Así se disponían al ataque. Todos se desconocían entre si, pero encaraban la presa con las mismas combinaciones de ataque. Caían por todos lados sus datos. Desbordaban los límites que antes parecían inaccesibles. Ya ese cielo entretejido de lazos invisibles estaba a su alcance y succionaban todo, dejando para ellos lo menos importante de todo ese alimento. Lo bueno, la sabrosa carne, cuando la alcanzaban a ver, la esquivaban como si estuviese envenenada.
Estas bestias estaban ciegas en el momento de morder. Primero sus vigías sobrevolaban las redes desde el frente de ese ocaso y luego eran lanzadas en bandada incontenible a mostrar su poder, que no era mas que sus propias limitaciones. Hasta ahí llegaban. No les pidas mas. No podían crear el arma, forjar el acero o combinar la mezcla perfecta que de origen a la pólvora. Ellos preferían consumir sin preguntar, sin entender.
Y cada día encontraban una victima, una presa que ante su poderío se suponía fácil y accesible.
Recuerdo haberlas visto antes de su deceso, antes de extinguirse. Estaban quietas sobre esas ramas infinitas, esperando las noticias, el dato que les despierte el apetito. Y luego sin chistar salían a saciar su apetito.
Ellos no necesitaban sed para beber, ni hambre para mostrar los colmillos ardientes de sus picos. Su mayor vicio era consumirlos y consumirse.
Ellos atacan sin piedad, en masa, en redes, donde saben moverse con libertad.
Ellos dormidos en su propia selva son reyes contaminados por este tejido llamado mundo.
Ellos trinan cada vez mas fuerte(pero rara vez sus voces logran escucharse).