BIENVENIDOS AL GHETTO

Ya no estás solo, estamos todos en este día y cada día. No venimos a enseñarte, solo a darte un lugar para que compartas este sentimiento. No somos nada mas que un grupo de amigos que disfrutan de una pasión sin límites y quieren contarla. Por suerte nunca ningún miembro de los Redondos ha confirmado alguno de los mitos que se generaron a su alrededor, lo que hace imposible afirmar lo escrito aquí. Disfruten del viaje, termina cuando ustedes quieran.


martes, 28 de marzo de 2017

No nos cuenten la misa India.



Terror, desesperación, tragedia, agua en la boca para los medios hegemónicos. O una comunidad de más de 300.000 personas unidas por una religión, que no sabe de estereotipos ni de diferencias sociales.
Son las 5 de la mañana y el despertador emite ese cotidiano sonido que nos aborrece todas las mañanas. Pero esta vez no, esta vez es distinto. De hecho, esperábamos ese sonido. Es posible que ni siquiera sea necesario porque la mayoría ni podía dormir o ya estaba repleto de la algarabía con la que se espera un día así. Todos a los botes y comienza la peregrinación, rumbo a esa misa de desangelados que no conoce la palabra represión ni distinción. Que si estoy en una ciudad cercana, tardaré más o menos una hora; que si vengo de una provincia vecina, en 4 o 5 horitas estaré. Todos esos habituales cálculos quedan obsoletos al momento de emprender el viaje hacia Olavarría. Las conjeturas de espacio y tiempo pierden su sentido y miles de personas se aventuran en un camino repleto de almas en busca del mismo destino. Que en el micro hace calor, que ya no quiero estar más sentado. Esas cosas tampoco existen. El viaje se disfruta como pocos, la birra y el fernet pasan de mano en mano, los cánticos hacen tambalear el vehículo y desglosan una por una las típicas letras ricoteras. Las historias de vida  se relatan tanto a tu compañero de siempre, como con los pibes del tercer asiento a la izquierda, que jurás nunca haber visto desde que tenés memoria; pero, por esas cosas que genera la misa, hoy es una hermana o un hermano más.
Nada es de nadie y todo es de todos. Por este día, desaparecen por completo todos los estándares que tanto les cuesta construir a los que buscan disciplinar un pueblo. Por este día no importan religiones, sexos, fanatismos políticos o de equipos de fútbol, por este día quedan de lado las enormes desigualdades sociales y las clases. Por este día, y sólo por este día, nos olvidamos de cuánto nos cuesta llegar a fin de mes. Nos olvidamos de los gobernantes que pisotean nuestros derechos y nuestras necesidades, mientras se enriquecen a costo del trabajo de los obreros y de los negocios turbios entre la propia oligarquía. Y no es que eso queda de lado, sino que es una reivindicación de una masa que se une por una misma causa.
Olavarría ya está en nosotros y desembarcamos con poco más que lo necesario para conseguir comida y bebida. El fuego se enciende por doquier y la gente rodea las parrillas que exhiben tapas de asado, vacío, pollo o “lo que se encontró”. Si se te pierde un amigo, vas a tener otro al lado. Si tenés hambre, va a haber alguien que te tire un pedazo de carne. Si no tenés celular o te falta crédito/batería, va a haber alguien para prestarte un mensaje o una llamada. El egoísmo de la sociedad rutinaria desaparece por un rato. Esta vez, la Policía que tanto disfruta de hacer uso y abuso de su autoridad, no puede hacer absolutamente nada. Sabe que ante esa cantidad de gente es imposible. Sabe que la fuerza de las masas unidas en comunión es más poderosa que cualquier grupito de uniformes y escudos. La caravana se congregó desde todos los puntos del país –y sus alrededores- y no hay nada ni nadie que pueda detenerla. Walter envía su luz desde donde esté y en toda la Argentina, finalmente, comienza el carnaval.
La caminata es eterna, pero ese “no sé qué” que hay en el aire hace que disfrutes cada paso con más ganas y que, por más que te pierdas, siempre te encuentres. La lluvia cumple su papel emotivo y le aplica aún un poco más de mística a la templada tarde de la ciudad bonaerense, para despejar rato antes y así dejar disfrutar del predio, no sin antes regalarnos una cuota importante de barro que nos acompañaría de pies a cabeza, hasta la vuelta a casa. Cientos de grupos ya se encuentran en “La Colmena”, que en honor a su nombre agrupaban enormes colonias sentados en ronda, apoderados por la ansiedad de ver salir a ese pelado de mameluco que se convertía en la abeja reina.
Luego de horas y horas de previa, el momento estelar por fin llega. De manera inmejorable, Carlos Alberto Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado hacen su presentación versión 2017 entonando el tema que -por los individuos que malintencionadamente quieren transgredir, como en cualquier civilización- no había podido sonar en Tandil, el año pasado; con toda la historia que acarrea “Barbaazul versus el amor letal”, al ser la primer canción del primer álbum de Patricio Rey y sus Rendonditos de Ricota, allá por 1985. Con su ya conocido sentido de empatía social, que tanto hace sentir identificados a sus seguidores, el Indio hace una pausa para pedir por los presos políticos y porque no bajen la edad de imputabilidad para los pibes, que poco tienen que ver con la delincuencia. Tal vez, y no sé por qué utilizo este adverbio, parte de lo que tuvo que ver con lo que después sucedió; ya que, como él anteriormente advirtió, había que “cuidarse de gente de mierda poderosa que se regodearía si alguien sale lastimado".
De repente, pasa "Ropa Sucia", el show se para y la cara de fastidio del mítico cantante expresa lo que posteriormente diría con sus palabras: “La gente de Defensa Civil ¿dónde está? Hay gente tirada en el suelo. Si siguen empujando así no vamos a terminar el recital. ¡Paren un cachito! Están pisando a gente que está borracha”. La impotencia se desparrama por todo el predio y las cientos de miles de personas que fueron a ver a su ídolo, de la nada se encuentran a la expectativa de que algo puede salir muy mal. El show sigue por un tiempo, pero los disturbios se vuelven a hacer presentes y el Indio vuelve a pedir exaltados “cuidémonos entre nosotros”. Ahora sí, el repertorio musical sigue su rumbo, plagado de temas que provocan desde saltos entre sonrisas y abrazos con con personas que veías por primera y última vez, hasta lágrimas derramadas en nombre de la nostalgia.

¿El cierre? Indescriptible. Mientras se esperaba el clásico "Ji-Ji-Ji" para cerrar una nueva misa, como se hizo siempre, el Indio dio un plus y enganchó Mi Perro Dinamita, para detonar cada latido de los 300 mil corazones que despegaban sus pies de la tierra olavarriense una y otra vez, no sólo siendo testigo si no que perteneciendo al pogo más grande del mundo. Posiblemente los medios de comunicación se encarguen de que este evento único, y lamentablemente irrepetible, quede en la historia por la mancha negra que bañó de muerte algún sector del lugar, y que sin dudas entristeció a cada seguidor de la banda. Muchos intentarán culpabilizar a los músicos, como ya están acostumbrados a hacer para lavar sus manos, otros simplemente los inundará el temor de lo que puede pasar en un espectáculo similar. Está a la vista el regodeo de los medios con la morbosidad, la desinformación y el oportunismo berreta para hablar de los hechos. Que los oscuros intereses políticos e ideológicos disfruten su momento de gracia defenestrando un hito de la cultura popular, o mejor dicho, de la contracultura. Lo que nunca se olvidará, es que esas almas que partieron hacia otro lugar, pasaron a formar parte de la eternidad en el evento particular más convocante de todos los tiempos del rock universal y, muy posiblemente, el último del astro del rock argentino. Que se hagan responsables los que deben hacerlo y que paguen quienes deban pagar. Pero la ricota… la ricota no se mancha.


Texto de Joaquin Chomicki